Ciertas condiciones específicas de Gran Bretaña y la combinación de todas ellas dieron como resultado la 1ra Revolución Industrial. Debe destacarse en primer lugar que este país contaba con una dotación de factores altamente favorables, y que la Revolución Industrial tuvo lugar en el marco de una expansión secular.
Desde comienzos del siglo XVII la población comenzó a aumentar a un ritmo acelerado, muy superior al de los países de Europa occidental: de menos de seis millones alrededor de 1700 pasó a casi nueve millones en 1800. El crecimiento demográfico tuvo como causa inmediata principal el aumento de la fecundidad y, en menor medida, el descenso de la mortalidad. El incremento de la fecundidad fue a su vez consecuencia del crecimiento de la nupcialidad y de la reducción de la edad del matrimonio, favorecido por la expansión económica.
En los siglos precedentes todo aumento de la población generaba a la larga un aumento de los precios de los alimentos, a medida que la capacidad productiva de la economía llegaba a sus límites. Cuando el crecimiento demográfico superaba esa capacidad, el precio de los alimentos se elevaba. Con ello se generaba un desequilibrio que desembocaba en un aumento de la mortalidad, una reducción de la fecundidad y el posterior descenso de la población.
Sin embargo, en Gran Bretaña se desarrolló una “Revolución Agrícola”. Esta fue originada por la introducción de mejores en las técnicas de cultivo durante los siglos XVII y XVIII. El incremento de la producción agrícola permitió no sólo que la población creciera a un ritmo acelerado sino también que una proporción creciente de ella pudiera trabajar en actividades no agrícolas, con lo cual se incrementó la oferta de mano de obra para la industria y los servicios.
La agricultura tradicional tenía una serie de rasgos que dificultaban los incrementos en la productividad. El sistema de rotación que se utilizaba desde la Edad Media dejaba en cada estación un tercio de la tierra en barbecho (descanso). La nueva agricultura consistió en la combinación de tres elementos que se reforzaron mutuamente: la introducción de nuevos cultivos, la alimentación de la ganadería en establos y la supresión del barbecho.
El resultado fue que los campesinos pudieron tener más ganado y además mejor alimentado, aumentando así el suministro de productos animales. De animales mejor alimentados se obtenía mejor abono, lo que contribuía a aumentar la producción de cereales. En los sistemas de rotación se alternaron los cereales con nuevos cultivos de forrajes, muchos de los cuales servían para fijar el nitrógeno y para acabar con los ciclos de plagas y enfermedades de las plantas. Todo ello llevó a la supresión del barbecho, hecho que incrementó la superficie cultivable.
Las innovaciones en las técnicas agrícolas fueron acompañadas por modificaciones en los sistemas de propiedad. A principios del siglo XVIII aproximadamente la mitad de los campos en producción eran explotados con el sistema de campos abiertos, de origen medieval.
La desaparición de los campos abiertos se dio como consecuencia de las leyes de cercamientos (Enclosure Acts), que habían comenzado en el siglo XVI, pero que se multiplicaron en la segunda mitad del XVIII. Establecieron la obligatoriedad de cercar tierras. Las antiguas parcelas eran reemplazadas por nuevas parcelas en las que los propietarios tenían concentrada la superficie de tierra que antes tenían repartida.
El resultado de los cercamientos fue que una proporción muy alta de los pequeños propietarios se vio obligada a vender sus tierras. También se vieron afectados por los cercamientos de las tierras comunales (generalmente bosques) que los campesinos utilizaban para diversos fines.
Otro de las consecuencias, además del incremento en la producción, fue la mayor desigualdad social y la concentración de la tierra. Los campesinos expulsados por los cercamientos tenían dos salidas: o se contrataban como peones o iban a la ciudad a trabajar (proletarización).
Otro aspecto que hay que tener en cuenta es el desarrollo de las manufacturas previo a la Revolución Industrial.
Desde fines de la Edad Media se expandió por Europa la industria artesanal urbana que funcionaba en pequeños talleres, con una organización basada en el sistema de aprendizaje y fuertemente regulada por los gremios. A partir del siglo XVI fue desarrollándose paulatinamente una forma de organización conocida como con el nombre de “industria a domicilio”, cuya mayor difusión tuvo lugar durante los siglos XVII y XVIII. Era un sistema descentralizado de producción en el que los trabajadores realizaban las tareas en sus hogares, con herramientas que eran de su pertenencia. Trabajaban para un comerciante-empresario, quien les encargaba los trabajos y les suministraba la materia prima, y retiraba luego las piezas elaboradas. Los trabajadores eran campesinos que realizaban sus actividades industriales en los tiempos muertos que les dejaba las tareas agrícolas.
Desde el punto de vista tecnológico, la Revolución Industrial, consistió en una fuerte aceleración del proceso de innovación que se había iniciado en Europa desde la Edad Media. Se combinaron dos factores: los inventos y la iniciativa de los empresarios para adoptarlos. La gran fuente de energía de la Revolución Industrial fue el vapor, que se utilizó tanto para la producción industrial como para impulsar los nuevos medios de transporte: los ferrocarriles y los barcos. El carbón tuvo una importancia decisiva en la Revolución Industrial inglesa, puesto que se lo utilizó como combustible en las máquinas de vapor y como fuente de calor y de transformaciones químicas en la industria del hierro.
En cuanto a las consecuencias de la Revolución Industrial no podemos dejar de nombrar a las modificaciones de la sociedad. Estas modificaciones se hicieron sentir a mediados del siglo XIX como por ejemplo, las profundas modificaciones en las condiciones de trabajo. En primer lugar el sistema de fábricas conllevó un nuevo tipo de disciplina y largas jornadas de labor con bajos salarios y gran inestabilidad. Implicó también cambios muy grandes en trabajo femenino e infantil, todo ello con altísimos costos sociales.
Con la fábrica se produjo en una intensificación de la actividad laboral. La fábrica exigía a los obreros un horario estricto y una actividad constante. El trabajo humano debía adaptarse al ritmo impuesto por las máquinas.
La jornada laboral no sólo era muy intensa sino también muy extensa (más de 14hs). Para disciplinar a los trabajadores los empresarios recurrían mayoritariamente a los castigos y, en mucha menor medida, a los premios a quienes cumplían satisfactoriamente con las exigencias.
Con la difusión del sistema de fábrica y el empleo creciente de maquinarias la división del trabajo se intensificó. Como consecuencia las tareas se simplificaron (dado que fueron reemplazando la habilidad de los trabajadores). Ello permitió incrementar la contratación de personal no calificado que se especializaba en actividades rutinarias, como el simple control de las máquinas. También muchas tareas dejaron de requerir no sólo habilidad sino también fuerza, facilitando la contratación de mujeres y niños cuyos salarios eran mucho menores y se sometían a la disciplina con más facilidad que los hombres adultos
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